El protagonista de la hazaña ha sido el Coffee Car Mk2, un viejo Rover SD1 modificado a consciencia que ha conseguido marcar una velocidad media en las dos pasadas de 107 km/h, con una punta de 124,7 km/h en la primera de ellas. No se trata de cifras para tirar cohetes, aunque hay que reconocerles el mérito al conseguirlas usando únicamente los desechos de café que quedan en la cafetera. El sistema es tan curioso como sofisticado. Para empezar, en la parte trasera hay una especie de caldera donde se quema la materia orgánica hasta llevarla a los 700ºC. Este proceso desprende monóxido de carbono, metano y hidrógeno, tres elementos que son comprimidos a 150 psi e inyectados en los cilindros como si de un carburante convencional se tratara.
Otras modificaciones en el Coffee Car Mk2 fueron, por ejemplo, la eliminación de todos los materiales aislantes del interior así como los asientos traseros o todo aquello que no fuese estrictamente imprescindible para conseguir el récord. En total, el peso del conjunto se redujo en 250 kilos, que se dice pronto. Asímismo, se instalaron diferentes puntos de drenaje para eliminar la condensación producida por el calor.
La anterior plusmarca mundial en la particular disciplina de coches propulsados a café estaba en manos del Beaver XR7, un proyecto estadounidense que logró una velocidad máxima de 76,8 km/h. En este sentido, y por si os lo estais preguntando, el Coffee Car Mk1 no tenía como objetivo lograr la máxima velocidad posible, sino recorrer la máxima distancia posible. El Car-puccino, como le llamaron algunos, era un Volkswagen Scirocco con unas modificaciones similares a las del Rover SD1 que hoy nos ocupa. En marzo del año pasado fue capaz de recorrer la distancia que separaba las ciudades de Londres y Manchester, 337 kilómetros en total, alcanzando una velocidad máxima de 96 km/h y un consumo equivalente a 56 espresso por cada milla recorrida.
Está claro que este proyecto es el resultado de una idea chiflada llevada a cabo por dos ingenieros con demasiado tiempo libre en las manos. En este sentido, el café quizás no sea el “carburante” que salvará la indústria en el futuro, aunque teniendo en cuenta que en casi todas las casas se sirve café cada mañana, la verdad no es una idea descabellada. Quisas en el futuro tendremos que guardar los restos del café… eso solo el tiempo lo dirá.
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